¿Compromisos para no cumplir?

jueves, 15 de noviembre de 2012

Mientras tanto, manifestaciones y caceroladas.


Algunas veces, la realidad es tan difusa que nos es casi imposible distinguirla. Cuánto más sus entresijos.

Cuando escribía estas líneas, se celebraba en el congreso la sesión de aprobación del presupuesto para 2.013; la prima de riesgo repuntaba a los 459 puntos; y el interés de los bonos volvía al 5,9%. Ésta empieza a ser una historia que se repite, machaconamente, una y otra vez. Prima de riesgo alta, recortes; prima de riesgo más alta, más recortes; mayor prima de riesgo, mayores sacrificios, etc. sin poder asegurar que sea esta la secuencia correcta. ¿Cuál es la causa y cuál la consecuencia? ¿Nos castigan los mercados a causa de los recortes o porque no son los adecuados?(No digo suficientes) 
Como dice el actual gobierno, no se puede gastar lo que no se tiene, pero parece que en este país así ha ocurrido y, ahora, hay que pagar. Lógico es que hayan recortes y que haya que eliminar determinados gastos. Pero determinar cuáles, a quiénes y cómo, es una cuestión demasiado compleja para mi capacidad de análisis. Por lo visto, también para la del gobierno, porque, día tras día, la deuda sigue aumentando.
Por eso, me fijaré en la equidad - como le gusta repetir al gobierno - y proporcionalidad de algunas de las decisiones tomadas. Entiendo como equitativo aquello que atiende a principios de responsabilidad, justicia, proporcionalidad y solidaridad, de manera que cada uno responda de sus acciones en la medida de sus posibilidades, salvo que las circunstancias hagan necesaria una actuación de excepción. 
La reforma laboral del PP incumple muchos parámetros de la equidad. No es justa, no es solidaria, ni proporcionada, y tampoco atiende al principio de responsabilidad. 
Al considerar administrativamente procedente, la decisión del patrón sobre el despido o la modificación de la condiciones laborales, el gobierno descarga sobre el trabajador, normalmente ajeno al origen de la crisis, las peores consecuencias de la misma: las económicas, la perdida de derechos y el abandono de su futuro en manos de particulares. Pues, a la vez que aplasta con la carga de la prueba a la parte más débil de la relación laboral, deja en manos del empresario el poder de decidir no sólo ya sobre aspectos económicos y de organización interna de la empresa, sino de otros que afectan directamente a la conciliación de la vida familiar y laboral e incluso a la salud del trabajador, o al ejercicio de un derecho constitucionalmente reconocido, el de huelga, que esta reforma neutraliza por completo. ¿Qué libertad tiene un trabajador para irse a la huelga, cuando la capacidad de coerción del empresario es prácticamente ilimitada?¿Cómo, si su despido será considerado procedente a todos los efectos?¿Cómo, si una vez en la calle,  sin dinero, sin empleo,  tendrá que probar la improcedencia de su despido y pagar por solicitar justicia?
Es tal la incertidumbre y zozobra - el miedo - a la que se ha sometido a la clase trabajadora, que el consumo familiar se ha reducido a lo estrictamente imprescindible, y estas normas, creadas para mejorar la situación de pequeñas y grandes empresas, van adquiriendo un efecto boomerang que está obligando a cerrar a algunas, las más pequeñas, mientras otras buscan, en la exportación, o en la deslocalización, remedio a sus males. 
Lo malo es que esa desproporción del gobierno tiene más consecuencias: no hay gasto, no hay trabajo, no se recauda lo suficiente, aumenta el déficit y la deuda y, lo que es peor, cada vez nos exigen más interés por financiarnos. 
Sólo me queda una esperanza, que el Presidente del Supremo convenza al PP, y se devuelva a la magistratura de lo laboral, lo que nunca debió quitársele. No resolverá la situación en que nos encontramos, pero tendremos algo más de equidad, infundirá más confianza, y habrá ciertas garantías de que podrás ejercer, cuando lo necesites, tu derecho al trabajo, o a irte a la huelga. Mientras tanto, manifestaciones y caceroladas... si no nos disuaden antes.

martes, 17 de julio de 2012

Con mucho miedo y ...sin consumo.



Con la normativa laboral puesta en marcha, el PP ha introducido en la sociedad española un factor de inseguridad y desconfianza entre los asalariados, como nunca, ni en la dictadura, se recuerda. 

El que el patrón - o mejor dicho, el amo - arguyendo disminución de los beneficios pueda decolgarse del convenio, modificar tu categoría laboral, cambiar tu turno y lugar de trabajo, reducir tu salario y, en caso de desacuerdo, ponerte de patitas en la calle - con la tranquilidad de que, en principio, su decisión de despedirte será considerada procedente - o el hecho de que reiteradas ausencias por enfermedad - incluso las justificadas - puedan ser causa de despido procedente, (lo dicho: máquinas sin averías y bien engrasadas) han volado por los aires cualquier margen de confianza en el futuro.¿Quién es el guapo que, en estas condiciones, se atreve a asumir otro gasto que no sea el necesario para sobrevivir: comida, techo, ropa y salud? El que tiene algunos ahorros, los guardará por si pierde el favor de su amo. 

Probablemente, a muchos empresarios ni les pasará por la cabeza aplicar estas normas y preferirán seguir siendo empresarios y no amos; seguir teniendo trabajadores comprometidos con los objetivos de la empresa y no siervos. Incluso a algunos les repugnará que exista un gobierno capaz de crear tal engendro. Pero el miedo a quedarse sin medio de subsistencia y a las decisiones, que cada viernes toma el gobierno, se ha extendido a toda la sociedad y lo atenaza todo. Como boomerang, unas medidas, tomadas en defensa de la empresa, se vuelven contra ella, paralizando y deprimiendo aún más la economía del país y - haciendo causa común con la crisis - contribuyendo al aumento del paro, la injusticia y la miseria. 

Puede que esté equivocado en todo lo que hasta ahora he dicho, pero hay dos cosas sobre las que tengo cierta certeza. La reforma laboral y el sentido de la equidad - que tanto menciona Rajoy - están reñidos. La reforma laboral vacía de contenido el derecho de huelga. En las actuales circunstancias y con la normativa laboral en vigor, ¿se atrevería alguno de ustedes a irse a la huelga? Yo, no.

lunes, 16 de julio de 2012

No quiero pertenecer a la "serena y responsable mayoría silenciosa"


Aunque hayan pasado cuatro meses desde que realicé la última entrada a este blog, la Ministra de Trabajo, Fátima Bañez, no podrá contarme entre los serenos y responsables miembros de su mayoría silenciosa.


Han pasado casi cuatro meses desde que mi última entrada en el blog vio la luz. Cuatro meses en que hemos visto de todo, cosas buenas, cosas malas y cosas peores. Se habló de que el traspaso de poderes había sido modélico; el parto del nuevo gobierno, se puso como ejemplo de discreción y de respeto a los poderes que tenían que refrendarlo; las declaraciones del gobierno entrante de que no tomarían la herencia recibida como pretexto para incumplir con sus compromisos, se convertía en un ejemplo de juego limpio; cuando se descubrió que el déficit real era un 33,33% mayor que el previsto por el anterior gobierno, optaron por subir el IRPF por tramos según ingresos, mucho más justo que una subida del IVA, en la que esto es prácticamente imposible. La cosa no iba mal, la prima de riesgo llegó a bajar de los 300 puntos y las emisiones de deuda comenzaron a pagarse a un menor interés.
Pero la reforma laboral puesta en marcha por nuestro gobierno, tan aplaudida en nuestra vieja y querida Europa, parece haber optado por el seguimiento de una línea económica que - dejando a un lado la mejora de nuestra costosa dependencia energética,  de  la organización, eficacia y gestión interna de nuestras empresas, de la formación e información que poseen nuestros empresarios, del compromiso y participación de su personal en la fijación y consecución de objetivos, de su capacidad para competir en tecnología, innovación y calidad de producción  con otros países y de su implantación en los mercados con productos de un significativo valor añadido (de su rentabilidad económica y social, en suma) - asimila la productividad, a producir más con menos mano de obra, la competitividad, a producir más barato que la competencia, y el beneficio empresarial, a la exigencia de disponer de una mano de obra de bajo coste.  No es extraño que el  elemento nuclear de la reforma laboral en marcha se centre en torno a la disminución de los costes laborales, el aumento de la jornada y la reducción del trabajador a la condición de simple herramienta - sin averías y bien engrasada - al servicio de una producción barata. 
Sin embargo, una economía basada en una mano de obra barata no puede esperar que el consumo interno se convierta en el motor de la misma. Menos aún, cuando la gran masa de posibles consumidores , los trabajadores, parados y pensionistas, somos víctimas de esa orientación económica y normativa de un gobierno que nos cosifica,  que enajena nuestro futuro y el de los nuestros en manos de terceros - empresarios buenos,  malos, torpes,  listos, con conciencia o sin ella - otorgándoles la decisión primera, sobre la procedencia o no de mantener tu derecho al trabajo: si tu conducta, tu actitud, tu simpatía, tu formación, tu lugar de residencia, tu salud, tus cargas familiares, etc. te dan el derecho o no a ganar o no para mantener, vestir y educar a los tuyos. La suspensión procedente de este derecho, sin tutela de la jurisdicción laboral, no crea confianza, y, con menos confianza y menos dinero, no hay consumo.

viernes, 30 de marzo de 2012

La Carta del Obispo de Ciudad Real


No suelo hacerme eco de las publicaciones de otros, aunque algunas veces valga la pena. Ésta es una de ellas. Transcribo a continuación la carta del Obispo de Ciudad Real a sus diocesanos. 

"No me toca a mí juzgar de la conveniencia o no, en el aspecto técnico y jurídico, de una Ley en un momento determinado en el que la sociedad entera está amenazada por una Crisis global sin precedentes en la historia humana. Los ciudadanos de la calle no tenemos elementos de juicio suficientes para dar una opinión técnica en temas cada vez más complejos. En estos momentos, nos hemos de fiar de las instituciones que deben entender de problemas de tan gran magnitud. Por esto, les debemos exigir a dichas instancias políticas, sindicales, empresariales, financieras y a los distintos colectivos de expertos que actúen con responsabilidad y, si siempre tenemos todos la obligación de construir el bien común, anteponiéndolo a intereses particulares, ahora más que nunca corresponde mayor obligación al que más puede. Dicho esto, de lo que sí estamos en condiciones de juzgar es de la bondad o maldad de una Ley que rebaja claramente los derechos de los trabajadores respecto a situaciones anteriores, y lo peor es que llevamos muchos años ya de nuestra democracia donde siempre los perdedores en el concierto social, repito, siempre, son los mismos y siempre los más débiles. Nadie habla de provisionalidad en las medidas que se están tomando, luego lo que se quiere hacer es establecer un "mercado de trabajo" en el que los empleadores hagan y deshagan a su antojo, olvidando que el "empleado" posible es, ante todo y sobre todo, "persona" a la que otros han dado la vida, la han educado, tiene necesidades básicas: familiares y sociales, no es una mera fuerza de trabajo que se admite o despide unilateralmente y durante un largo periodo de tiempo, pues, en un año de provisionalidad en el empleo (esto es lo que dice la Ley), puede ocurrir de todo, desde una gripe a un suceso familiar al que hay que atender antes que a cualquier otra urgencia de la vida de la empresa. Las personas no somos tan flexibles, tan elásticas, como nos quieren hacer creer. ¿De verdad no hay otras soluciones para crear puestos de trabajo? Parece mentira que a día de hoy tengamos que echar mano de usos del pasado que trajeron tanta injusticia y explotación a los trabajadores. Con estas medidas y sin meterme a profeta, se van a conseguir los mismos frutos de un pretendido bienestar, hasta es posible, pero no habremos avanzado nada en que el trabajador se sienta realizado con su trabajo y le sirva para llevar una vida estable y sin sobresaltos; que haga posible la familia, la educación de los hijos, el tejido social compacto y fuerte que hace personas y países fuertes para soportar las inclemencias de las coyunturas históricas. Y, si no queda más remedio que aplicar hoy estas medidas, ¿no han de ser complementadas por otras en las que lo central sea la vida de las personas? ¡Tantos avances tecnológicos para esto! Da la impresión de que las sociedades desarrolladas van a ser las que más poder concentren en menos manos y esto no se corresponde con las aspiraciones de una sociedad democrática avanzada. Los jefes políticos europeos toman sus medidas por vía de urgencia sin apenas contar con los parlamentos respectivos; los poderes financieros se están concentrando en muy pocas manos. No sé si es muy descabellado pensar que, en el río revuelto de la Crisis, están pescando los más poderosos sin contar con la opinión de la sociedad. Elevemos nuestras oraciones para que Dios nuestro Señor cuide de los más perjudicados de esta malísima situación que ya cuenta en nuestra España con más de once millones de pobres. Vuestro obispo, + Antonio."

Creo que mucho tendremos que rezar - sin olvidar aquello de que... "a Dios rogando, y con el mazo dando", - para que España no siga los mismos derroteros que el país de la Acrópolis. Sin embargo, no creo que la reforma laboral contribuya a ello. Tal como está orientada, todo el poder para los que detentan, no contribuirá  ni a aunar esfuerzos, ni a una mayor cohesión social, ni siquiera a disminuir el déficit. Lo que sí puede ocurrir, es que surjan Espartácos hasta bajo el mismísimo sillón de Rajoy. ¿Nos pondrán esta "peli" en la semana santa?